El Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) es una alteración frecuente durante la infancia. Por lo general, los primeros signos del trastorno aparecen durante los primeros años de vida, aunque alrededor del 80% de los niños continuarán manifestando dichos síntomas durante la adolescencia y entre el 30% y el 65% los mantendrán hasta la adultez.
El TDAH es una alteración neurobiológica compleja que se desarrolla a partir de la conjugación de varios factores de carácter individual y social. Se conoce que el consumo de sustancias tóxicas durante la gestación, una dieta infantil rica en grasas y azúcares o un entorno familiar estresante o violento pueden desencadenar o acentuar la sintomatología del trastorno.
No obstante, una de las causas fundamentales de la alteración es la predisposición genética, responsable de alrededor del 76% de los casos de niños con TDAH. No en vano se considera que los niños con antecedentes genéticos del trastorno tienen hasta 20 veces más probabilidades de desarrollar el trastorno. Al respecto, un estudio publicado en la revista Genes, Brain and Behavior ha abierto nuevos derroteros al desvelar una variante genética que se ha relacionado con el desarrollo del TDAH. Se trata del gen LPHN3, que parece estar relacionado con la aparición de esta alteración en los niños y que se suma a otros genes que también tienen una implicación con el TDAH, como el gen GMR5.
Asimismo, numerosos estudios han demostrado que la herencia juega un papel crucial en el desarrollo del TDAH. De hecho, se conoce que los niños que tienen antecedentes biológicos de primer grado, o sea, padres y tíos con el trastorno, tienen un riesgo mayor de padecerlo. De manera similar, cuando un pequeño tiene TDAH, existe un 15% de probabilidades de que sus hermanos también desarrollen el trastorno y un 25% de que sus padres lo tengan.
A su vez, se ha demostrado que algunas alteraciones funcionales del cerebro, derivadas de lesiones frontales o de una conexión neural más lenta, pueden incidir en la aparición del trastorno.
Identificar a un niño con TDAH no es muy difícil pues su conducta inquieta y su incapacidad para mantenerse tranquilo durante un periodo de tiempo prudencial le delatan. De hecho, suelen ser niños que reaccionan de manera precipitada, a los que les cuesta mantenerse concentrados en una misma actividad durante mucho tiempo. También les resulta difícil esperar su turno y mantenerse concentrados, por lo que es usual que dejen las tareas inconclusas. Los síntomas más comunes son:
1. Incapacidad para concentrarse
Uno de los síntomas clásicos que delatan a un niño con TDAH es su marcada falta de atención. Este problema se convierte a su vez en el principal responsable de las dificultades académicas y las alteraciones en las relaciones sociales. De hecho, es habitual que estos pequeños tengan dificultades para concentrarse en una tarea ya que se distraen con facilidad ante cualquier estímulo externo. Asimismo, les cuesta trabajo escuchar lo que les dicen, aunque les hablen directamente, y presentan dificultades para organizar sus tareas y actividades cotidianas. También les cuesta procesar la información y seguir las instrucciones, por lo que es usual que no obedezcan las órdenes, sobre todo si son complejas.
2. Excitación motora exacerbada
Los niños con TDAH suelen tener una excitación motora muy intensa: mueven las manos y pies excesivamente y no son capaces de mantenerse tranquilos ni siquiera cuando la situación lo requiere sino que corren, saltan y se mueven constantemente, a pesar de que sea inapropiado. De hecho, muchos de estos niños ni siquiera juegan con tranquilidad ya que no tienen mucha paciencia. Asimismo, suelen desarrollar una expresión verbal y gestual excesiva.
3. Gran impulsividad
Una de las características de los niños con TDAH es su comportamiento impetuoso e impulsivo, lo cual les lleva a hablar o actuar sin pensarlo. De hecho, se precipitan a dar respuestas incluso antes de formularles las preguntas, se comportan de manera agresiva o se frustran cuando los demás no reaccionan como ellos quieren y pueden entrometerse en las actividades de los demás sin su consentimiento, lo que a menudo da lugar a peleas. Asimismo, les resulta difícil esperar su turno, ya sea en un juego, en las clases o en la fila del supermercado.
No existe un único tratamiento para atenuar los síntomas y prevenir las consecuencias a corto y largo plazo del TDAH infantil. El tratamiento depende del nivel de severidad del trastorno, del tiempo de evolución, así como de las condiciones psicosociales del niño y de la eficacia de aplicación de cada técnica. No obstante, la mayoría de los expertos se decantan por un tratamiento multidiciplinario que comprenda la terapia psicológica, el uso de fármacos específicos y la implementación de algunos cambios en el estilo de vida del niño.
1. Terapia psicológica
El tratamiento psicológico en el niño con TDAH está dirigido a armonizar los aspectos conductuales, emocionales y sociales que se encuentran en la base del trastorno. Se trata de un conjunto de técnicas, fundamentalmente conductuales, que buscan eliminar los comportamientos disruptivos, establecer normas y límites y desarrollar hábitos positivos y productivos. En ocasiones también se utiliza el entrenamiento en habilidades sociales para enseñar al niño a resolver conflictos de manera asertiva, se le enseñan técnicas de relajación enfocadas en controlar la ansiedad y la hiperactividad y se le explican técnicas para que gane autocontrol, mejore su capacidad atencional y disminuya sus respuestas impulsivas.
2. Tratamiento farmacológico
En casos en los que el TDAH es muy severo o en los que no ha funcionado la terapia psicológica por sí sola, es necesario recurrir al tratamiento farmacológico para controlar los síntomas del trastorno. De hecho, se trata de una solución eficaz para el 70% o el 80% de los niños con TDAH. Una de las opciones más comunes es el metilfenidato, un estimulante que bloquea los transportadores de dopamina para generar un aumento de este neurotransmisor, logrando que los síntomas mejoren. Otra opción farmacológica muy habitual es la atomoxetina, un medicamento no estimulante que inhibe la recaptación de noradrenalina, reduciendo así la intensidad de los síntomas del TDAH infantil. En otros casos se suele recurrir a la guanfacina, la clonidina y la anfetamina de liberación prolongada, que también suelen ser muy eficaces.
3. Intervención socio-educativa
El tratamiento socio-educativo constituye el soporte vital de la atención especializada del niño con TDAH ya que muchos de los factores que forman parte de la vida cotidiana del pequeño terminan afectando directa o indirectamente su sintomatología. Por eso, cada vez más especialistas apuestan por sugerir cambios en el estilo de vida de estos pequeños. Les recomiendan a los padres establecer normas claras y límites bien definidos en el hogar, así como planificar de manera detallada las tareas diarias del niño. De igual manera, sugieren incluir actividades dinámicas o la práctica de deporte en su rutina cotidiana, para que puedan liberar el exceso de ansiedad y alivien la hiperactividad. También recomiendan prestar especial atención a su dieta ya que se ha demostrado que una alimentación libre de aditivos, azúcares y colorantes y rica en vitaminas, minerales y ácidos grasos esenciales puede reducir los síntomas.
Fuente: etapainfantil.com